Actualmente existen diferentes tipos de protección contra la corrosión de circuitos, como por ejemplo:
- Ánodo de sacrificio. Se trata de una pieza metálica añadida a la instalación que cede electrones al medio y se oxida preferentemente, liberando de dicha corrosión al metal del circuito.
- Ánodo de sacrificio. Se trata de una pieza metálica añadida a la instalación que cede electrones al medio y se oxida preferentemente, liberando de dicha corrosión al metal del circuito.
- Inhibidores de corrosión inorgánicos. Son sales que forman una película en el interior del conducto, neutralizando las sales disueltas en el agua e impidiendo su incrustación. Se suele utilizar sal de molibdeno mezclado con nitritos o fosfatos. Son útiles para circuitos de refrigeración, pero no recomendados para circuitos de calefacción o térmicos solares dado que la temperatura dificulta la formación de la película protectora en el metal. Además, dicho film, disminuye las propiedades caloportadoras del fluido. Otra característica a destacar es que dichos inhibidores en su gran mayoría son tóxicos.
- Inhibidores de corrosión orgánicos. Son compuestos del grupo de los ácidos carboxílicos, que, combinados con sales orgánicas inhiben la migración iónica no permitiendo que se traslade al metal más débil, por tanto, retrasando efectivamente la corrosión sin perjudicar las propiedades caloportadoras del fluido. A día de hoy, es el método más efectivo para circuitos donde el fluido circule a temperaturas mayores de 20ºC.
Aplicando la medida adecuada podemos retrasar la corrosión natural de los metales, aunque debemos recordar que si existe un desgaste acelerado, debemos encontrar primero la causa para poder actuar con mayor eficiencia.