La corrosión, en general, la definiremos como el deterioro de un material a causa de un fenómeno electroquímico. La corrosión en los metales es un proceso natural, pues tienen la tendencia a volver al estado original en el que se hallan en la naturaleza.
En un circuito de agua, compuesto de diferentes tipos de metal con diferente potencial electroquímico, además, se produce una aceleración de dicha corrosión, conocida como corrosión galvánica. La superficie con mayor potencial de oxidación actúa como ánodo, cediendo sus electrones al fluido que actúa como electrolito y trasladándolos al cátodo, metal con diferentes propiedades iónicas al anterior. Este proceso concluye, a veces muy rápidamente, con la rotura del metal más expuesto a la oxidación, con los consiguientes perjuicios.
Los factores que intervienen son muchos y los procesos, complejos, que pueden verse acelerados, si cabe, por diversas causas, citamos algunas:
- La salinidad del fluido. La cal y el magnesio (dureza) son sales que, disueltas en el agua tienden a adherirse a la superficie interna del conducto, dada su diferencia iónica y aceleran la corrosión del metal.
- Diferentes materiales en el circuito. Si el conducto se compone de partes metálicas diferentes de hierro, cobre, acero inoxidable o aluminio, e incluso si la tornillería, elementos de unión, soldaduras, etc. es variada, puede contribuir a la migración más rápida de electrones y, por consiguiente, a deteriorar con mayor rapidez los metales más propensos a la corrosión.
- Oxígeno libre disuelto en agua. Si el circuito es cerrado, el oxígeno libre se agota rápidamente y el agua de la instalación queda pasivada. Sin embargo, si hay un aporte continuo de oxígeno gaseoso al agua (P.ej. tubería sin barrera de oxígeno), se acelera el proceso de corrosión.
También influyen otros factores como la temperatura, la presión y el pH, que deberemos considerar en caso de corrosión acelerada.